La navaja de Hanlon (o principio de Hanlon) es un aforismo que se utiliza como regla o herramienta mental, aunque, dado el origen que veremos, algunos lo consideran «una estupidez de la estupidez»

Su enunciado más común es: «Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez».

Origen

 

Aunque la idea ha existido en formas similares desde el siglo XVIII (por ejemplo, con pensadores como Diderot, o en el trabajo de Robert A. Heinlein en 1941), la formulación específica y el nombre de «navaja de Hanlon» se atribuyen a Robert J. Hanlon de Scranton, Pensilvania. Hanlon envió la frase para una recopilación de chistes y aforismos llamada Murphy’s Law Book Two, More Reasons Why Things Go Wrong!, publicada en 1980 por Arthur Bloch, popularizándose después en el Jargon File de los programadores.

Este principio ayuda a distinguir la maldad genuina de los simples errores humanos, de la ignorancia y de la estupidez, fomentando la empatía y la confianza.

Significado e Implicaciones

 

Este principio nos invita a adoptar una perspectiva más caritativa o comprensiva al interpretar las acciones negativas, los errores o los fallos de otras personas. Sugiere que, cuando algo sale mal o alguien nos perjudica sin querer, la causa más probable no es una intención maliciosa, sino más bien:

  • Ignorancia o falta de conocimiento.
  • Incompetencia o estupidez (entendida como torpeza o inhabilidad para hacer las cosas mejor).
  • Descuido o falta de atención.
  • Error humano simple.
  • Incentivos que llevan a individuos moderadamente racionales a resultados que parecen malvados o estúpidos en un sistema complejo.

Al aplicar la navaja de Hanlon, evitamos caer en el sesgo de atribución hostil, donde tendemos a interpretar el comportamiento ambiguo de otros como hostil o intencionalmente dañino. En cambio, nos anima a buscar explicaciones basadas en la torpeza o la falta de habilidad antes de asumir una mala intención.

Aplicación en el derecho penal

 

Aunque esta máxima es una regla heurística de pensamiento racional, ajena a la ciencia penal, su espíritu ofrece una perspectiva para los operadores jurídicos: la tendencia humana a sobrevalorar la intencionalidad o la «mala fe» en los resultados lesivos, cuando la explicación más sencilla suele residir en la impericia, la negligencia o el error.

En el Derecho Penal, la aplicación de este principio mental no es una norma de Derecho positivo, pero cabe preguntarse si serviría como principio de cautela interpretativa a la hora de saber si hay dolo o hay imprudencia detrás de una conducta. Por ejemplo:

1. Ante un resultado lesivo, la primera inferencia natural (y a menudo sesgada) es buscar un culpable con intención o porque es un ser malvado.

2. El jurista, aplicando Hanlon, debe preguntarse: ¿La cadena causal de hechos exige necesariamente la existencia de una intención de dañar (dolo), o podría explicarse de forma más simple y plausible por una inobservancia del deber de cuidado (imprudencia, descuido, torpeza)?

Cuando la acción puede ser explicada razonablemente como la consecuencia de la ignorancia (desconocimiento de un riesgo, p. ej.), la incompetencia (un error técnico o de cálculo, p. ej.) o la negligencia (saltarse una norma de seguridad), la navaja de Hanlon nos orientaría hacia la imprudencia, descartando el dolo mientras no exista prueba inequívoca en contrario.

En el proceso penal, probar el elemento subjetivo (el «ánimo» del autor) es un muchas veces un desafío y se pasa tangencialmente por ese ánimo. La Navaja de Hanlon actúa como un contrapeso al sesgo de atribución hostil, que es la tendencia psicológica a ver malicia o intención donde solo hay ambigüedad u otras razones.

Existen actos donde la persona actúa de manera racional (aunque ilícita) para lograr un fin, como el hurto o el fraude premeditado. Aquí, la persona conoce el riesgo y lo asume o lo desea.

Pero también existen conductas que generan un resultado lesivo por la violación de normas de cuidado o por una incapacidad para prever las consecuencias de acciones simples. Gran parte de los delitos de tráfico o negligencias profesionales encajarían aquí.

Por ejemplo, en un caso de lesiones por un accidente laboral, la Navaja de Hanlon aconseja analizar primero si el empresario no cumplió con las medidas de seguridad por ahorrar costes a propósito o si el accidente fue el resultado de una gestión caótica y deficiente, un descuido rutinario o una falta de formación. El principio nos recuerda que la torpeza es más ubicua que la maldad organizada.

Por tanto, cuando una conducta crea un riesgo que se materializa en el resultado, el jurista debe valorar si ese riesgo era conocido y querido (dolo) o si, simplemente, se incumplió el cuidado objetivamente debido o se debe a la torpeza o a la estupidez. Si el riesgo era tolerable o se podía mitigar fácilmente, la explicación de la negligencia o la impericia (imprudencia) cobra fuerza frente a la conspiración o la malicia premeditada.

La Navaja de Hanlon es una heurística de humildad para el abogado, el fiscal y el juez. No anula la posibilidad de la maldad—los delitos dolosos existen y deben ser castigados—, pero exige que la prueba de esa maldad sea robusta y descarte la explicación más sencilla: el error humano.

Adoptar esta mentalidad en el análisis penal significa proceder con cautela, desconfiar de las atribuciones rápidas de mala fe y dar el beneficio de la duda a la hipótesis de la incompetencia antes que a la de la perversidad. De este modo, el Derecho Penal no solo castiga con mayor precisión la culpabilidad real, sino que también evita el riesgo de confundir la torpeza con la maldad.

Aplicación en la criminología

La Criminología, particularmente la de corte sociológico y psicológico, rara vez acepta la idea de la «maldad pura» o el «mal innato» como explicación suficiente para el delito. Las explicaciones tienden a ser más complejas e incluyen factores como la desorganización social, la pobreza, la falta de oportunidades, el entorno familiar disfuncional, la ignorancia de la ley, enfermedades mentales o el déficit en el control de impulsos.

La Navaja de Hanlon apoya esta visión: sugiere que lo que el público puede interpretar como un acto de pura perversidad, pero el acto podría ser el resultado de fallos estructurales o cognitivos (la «estupidez» en sentido amplio), que son explicaciones más frecuentes y tratables.

La Criminología busca entender los mecanismos detrás de estas conductas. La Navaja de Hanlon obliga al criminólogo a no saltar a la conclusión del plan malicioso cuando el simple descuido o la incompetencia (o una cadena de errores sistémicos) ofrece una explicación más parsimoniosa.

 

Publicado en lawandtrends: La Navaja de Hanlon (no es maldad, es estupidez) y responsabilidad penal | Penal | LawAndTrends

 

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